miércoles, 25 de septiembre de 2013

Lo que se dijo en la presentación de Carpe Noctem (II)

Hector Rojas Herazo


Lo que sigue es la primera parte de la intervención de Félix Grande en la que trató sobre Héctor Rojas Herazo y su novela «En noviembre llega el arzobispo» 

Félix Grande

Es allí, en Latinoamérica, donde vivían estas dos criaturas que escribieron dos de las más grandes novelas del siglo XX en lengua castellana. Uno de ellos vivía en Colombia: Héctor Rojas Herazo.

Héctor Rojas decía que la mejor manera de ser un escritor desconocido era publicar sus libros en Bogotá. Bogotá era un pueblo con Arzobispo. La novela de Héctor tiene un Arzobispo y se llama «En noviembre llega el arzobispo». La novela tiene dos dimensiones que quiero señalar brevemente . La primera: está escrita… cómo les diría de la manera más lírica y correcta… de puta madre. La cantidad de música, de acentuaciones de flamencas que hay en esa prosa de «En noviembre llega el arzobispo» es prácticamente un caso único con dos o tres excepciones nada más en toda la literatura hispanoamericana de esa época.

Cuando era jovencito Héctor Rojas llevaba una sección diaria de un periódico de Bogotá y allí conoció a alguien un poquito más joven que era Gabriel García Márquez. Héctor Rojas Herazo fue, durante un tiempito, el maestro de Gabriel García Márquez. Cosa que Gabriel García Márquez no negó nunca sino que proclamó muchas veces. Lo adoraba como persona y como escritor. De hecho, muchos años después —frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía— cuando Gabriel García Márquez recibía con todo el merecimiento del mundo el Premio Nobel, cuando venía a España, venía a visitar, yo diría casi de incógnito, a Héctor Rojas Herazo a la calle Río Rosas que es donde Héctor vivió durante dos o tres años cuando vino a España. Y Gabriel iba a verlo como si fuera todavía su maestro. 

No quiero decir de ninguna manera que su prosa sea mejor que la de García Márquez. La prosa de García Márquez es algo más que un prodigio, es un milagro. Es un milagro de superficie. Es la prosa, quizás con la de Borges y más allá la del barroco, más creadora del idioma español; pero en tanto que Gabriel García Márquez extendía su prosa, su concepción de la prosa, por toda la piel del planeta, Héctor Rojas Herazo lo que hacía era cavar hacia abajo, profundizar con su prosa, para llegar hasta los huesos del planeta; hasta los huesos de las emociones. […] Este personaje era Héctor Rojas Herazo. Este maestro de la prosa en profundidad, de la prosa minera, de la prosa que busca el lugar de pura niebla de las emociones. 

Al mismo tiempo este libro en concreto, «En noviembre llega el arzobispo», es, tal vez, una de las reflexiones más penetrantes, más profundas, y al mismo tiempo más piadosas sobre el tema del dictador. Ya sabéis que es uno de los grandes temas de la literatura hispanoamericana; por algo será. El hecho de que sea allí donde se han publicado muchas y grandes novelas sobre el dictador no significa más que aquella es una tierra que desde hace siglos está viviendo a base de dictadura y de caudillos.

Desde el punto de vista del análisis de un dictador, esta novela es prodigiosa. No es un dictador de la nación entera de quien habla Héctor, es un dictador de trapillo, un cacique: que es un dictador de pocos posibles, pero un dictador. El cacique de la novela de Héctor es una de las miradas más penetrantes, beligerantes pero sin odio y piadosas, pero sin condescendencia.

Es un libro maravilloso.

Sé que cuando se tradujo al alemán los primeros tres meses recibió trescientas o cuatrocientas páginas de críticas, de entusiasmo, de incredulidad porque existiera una novela como ésa. Aquellos que tengan interés en saber lo que es un gran escritor, un gran maestro de la prosa en castellano y tengan interés, simultáneamente, en saber cuál es la maldad y la maldición de un tirano deben de leer esta novela.

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